Experiencias internacionales
Insight de hoy: una pasantía internacional no es solo un trabajo, es una experiencia transformadora.
Cuando los estudiantes piensan hacer pasantías en el extranjero, imaginan un gran reto profesional, una oportunidad para enriquecer su portafolio y una puerta hacia mejores oportunidades.
Y claro. Todo eso es cierto.
Pero lo que casi nadie espera es el profundo impacto que esto tendrá en su manera de ver el mundo, el diseño, la arquitectura y su propio futuro.
Tres estudiantes de arquitectura comparten cómo tal experiencia redefinió la forma de diseñar, comunicarse y afrontar los respectivos desafíos en estudios de arquitectura en Madrid y Barcelona.
Habilidades que solo se aprenden fuera
Una de las enseñanzas más claras que dejan trabajar y vivir en otro país es la capacidad de adaptarse. María Fernanda Castro, que trabajó en la oficina Turull Sorensen, en Barcelona, destaca cómo tuvo que dejar de depender del modelado 3D, más común en Guatemala:
«Tuve que usar más mi sentido de espacialidad para poder entender los proyectos y planos en 2D sin referencia del 3D», explica.
También menciona que trabajar en remodelaciones arquitectónicas patrimoniales fue un nuevo terreno:
«Ver remodelaciones (no de acabados) del lado arquitectónico era un reto completamente nuevo, porque en Guatemala casi todos los proyectos se construyen desde cero».
Para Valeria Mayorga, quien realizó su pasantía en Arnaiz Arquitectos, en Madrid, el entorno multicultural fue una escuela en sí misma:
«Desarrollé una mejor capacidad de adaptación y a trabajar en equipo en un entorno multicultural. Aprendí mucho sobre la importancia de la comunicación clara y efectiva en proyectos de gran tamaño».
En la oficina Ros+Falguera, en Barcelona, María Fernanda Solórzano se enfrentó también con metodologías diferentes: desde el uso de materiales existentes hasta resolver sobre la marcha en la respectiva obra.
«Es interesante ver cómo la arquitectura varía de país a país, y cómo se encuentran diferentes soluciones para el mismo problema. Me enseñó a tener siempre la mente más abierta».
![]()
Beneficios de hacer prácticas internacionales
Todas coinciden: hay un valor único en hacer una pasantía internacional. No se trata solo del crecimiento técnico o profesional, sino de un cambio de perspectiva más amplio. Valeria cuenta que le sorprendió el «espíritu de camaradería» en la oficina y cómo eso mejoró su experiencia:
«Había una energía positiva que hacía que cada día en la oficina fuera agradable e incluso alegre. Fue increíble hacer nuevas amistades de manera tan espontánea, y esas conexiones hicieron que mi experiencia fuera más enriquecedora».
A María Fernanda Solórzano la experiencia le pareció más cercana a un trabajo real que a una práctica académica:
«Me sentí más independiente; como en un trabajo de verdad».
Y más allá de la oficina, también hubo espacio para descubrir la ciudad. María Fernanda Castro recuerda con emoción los recorridos a pie por lugares que había estudiado en la universidad:
«Visité el Pabellón Alemán de Barcelona y otros edificios que no conocía, pero que habíamos visto en clase. Es una oportunidad única».
Expectativas frente a realidad: retos que construyen
Ninguna experiencia internacional está libre de dificultades. El idioma, la forma de trabajo y las diferencias culturales fueron parte del proceso. Según María Fernanda Castro,
«Mi mayor desafío, creo que fue el idioma, porque hablaban mucho catalán, pero también los términos técnicos. Después aprendí cómo se comunican y cómo les gusta trabajar».
María Fernanda Solórzano coincide en que lo más retador al inicio fue entender el flujo de trabajo:
«Al empezar la pasantía, es complicado acostumbrarse al workflow de la oficina y la forma en que realizan planos, en que diseñan y afrontan todo el proceso de trabajo para un cliente».
Valeria menciona que lo más difícil fue la adaptación inicial, tanto a la ciudad como a la vida independiente:
«Aunque al principio fue difícil vivir sola, pronto empecé a disfrutar de la independencia… Lo que realmente marcó mi experiencia fue la libertad que tuve para vivir la ciudad a mi propio ritmo».
¿Vale la pena?
La respuesta es un sí absoluto.
«Es una experiencia que te desafía, te enseña y te permite crecer de muchas maneras», resume Valeria.
«Les diría que salgan de su zona de confort. Es una experiencia realmente diferente, que no solo les mostrará formas distintas de ver la arquitectura, sino también de vivir», agrega María Fernanda Castro.
Y María Fernanda Solórzano cierra con una invitación directa:
«Si tienen la oportunidad de irse, deberían aceptarla».
Escrito por Yasmin Valdez Estrada